Slavoj Žižek Traducción:
Guillermo Yáñez Tapia
16 abril 2020

La mayor amenaza que supone la epidemia Covid-19 no es nuestra regresión a la violencia por la supervivencia, sino a la BARBARIE con rostro humano

Versión original disponible en: https://www.rt.com/op-ed/483528-coronavirus-world-capitalism-barbarism
Publicado el 19 de marzo de 2019

Lo imposible ha ocurrido y el mundo que conocemos se ha detenido. Pero, ¿cuál será el orden mundial que emergerá cuando la pandemia del coronavirus haya terminado? ¿El socialismo para los ricos, el capitalismo del desastre o algo completamente nuevo?

Por estos días, a veces, me he descubierto deseando contraer el virus – así por lo menos la incertidumbre debilitante podría acabarse. Un claro signo de como mi ansiedad crece se relaciona con mi dormir. Hasta hace una semana esperaba temeroso la noche: Tengo miedo de dormir desde que las pesadillas me persiguen en los sueños haciéndome despertar aterrorizado. Eran pesadillas de la realidad que me esperaba.

¿Qué realidad? Alenka Zupancic lo formuló de manera perfecta; permítanme resumir su línea de pensamiento: Por estos días solemos oír que los cambios sociales radicales son necesarios si efectivamente queremos hacer frente a las consecuencias de la epidemia en curso – yo mismo formo parte de los que difunden este mantra. Pero cambios radicales ya han tomado lugar.

La epidemia del coronavirus nos confronta con algo que considerábamos imposible. No podíamos imaginar que algo como esto sucediera en nuestras vidas. El mundo que conocíamos se ha detenido, países enteros se han cerrado, muchos de nosotros estamos confinados en nuestros departamentos (pero, ¿qué sucede con aquellos que no pueden permitirse esta mínima precaución?) enfrentando un futuro incierto el que, a pesar de que la mayoría de nosotros podamos sobrevivir a una mega-crisis económica, está por venir. Esto significa que nuestra reacción debe ser también hacer lo imposible. Lo que parecía imposible al interior de las coordenadas del orden mundial que existe.

Lo imposible ha ocurrido, nuestro mundo se ha detenido, y ahora tenemos que hacer lo imposible para evitar lo peor. Pero, ¿qué es eso de lo ‘imposible’?

Supervivencia del más apto

No creo que que la mayor amenaza radique en una vuelta abierta a la barbarie, a la violencia brutal por la supervivencia acompañada de caos social, linchamientos, etc. (aunque, con la posibilidad que colapsen la salud y otros servicios públicos, esto es muy posible) Más que una barbarie franca y abierta me temo una barbarie con rostro humano: Despiadadas medidas de supervivencia aplicadas con pesar, e incluso simpatía, pero legitimadas por las opiniones de expertos.

Cualquier observador cuidadoso notará el cambio en el tono de la manera en que el poder se dirige a nosotros. No solo intentan proyectar tranquilidad y seguridad, sino que también dar predicciones terribles: La pandemia tomará alrededor de dos años en expandirse y el virus eventualmente infectará al 60 o 70 por ciento de la población mundial con millones de muertos.

En resumen, su verdadero mensaje es que tendremos que limitar la premisa básica de nuestra ética social: el cuidado de los viejos y los débiles. En Italia, por ejemplo, ya se propuso que si la crisis por el virus se vuelve peor los pacientes sobre 80 años o aquellos con enfermedades graves simplemente se les dejará morir. Uno no puede sino notar que al aceptar está lógica de la “supervivencia del más apto” se viola incluso el principio de la ética militar que dice que, después de la batalla, se debe cuidar, primero que nada, a los heridos graves incluso si la posibilidad de salvarlos es mínima. (Sin embargo, en una mirada más acuciosa, esto no debiera sorprendernos, los hospitales ya hace los mismo con los pacientes con cáncer).

Para evitar un malentendido, soy decididamente realista en esto: se debe proveer los medicamentos capaces de dar una muerte indolora a los enfermos terminales con el fin de evitarles un sufrimiento innecesario. Sin embargo, nuestra prioridad debe ser, no obstante, no economizar sino ayudar incondicionalmente, independiente del costo, a aquellos que necesitan ayuda para asegurar su supervivencia.

Así que, de manera respetuosa, discrepó con el filósofo italiano Giorgio Agamben quien ve en la crisis actual un signo de que “nuestra sociedad no cree más en nada sino en la vida desnuda. Resulta obvio que los Italianos están dispuesto a sacrificar prácticamente todo –las condiciones normales de la vida, las relaciones, el trabajo, incluso las amistades, los afectos y las convicciones políticas y religiosas– por el peligro de enfermarse. La vida desnuda –y el peligro de perderla– no es algo que une a las personas, sino que las enceguece y las separa.

Las cosas no son tan claras. Todo esto también une a las personas. Mantener una distancia física es mostrar respeto por los otros ya que puedo ser un portador del virus. Mis hijos me evitan hoy porque ellos temen infectarme (lo que para ellos puede ser una simple gripe puede ser mortal para mí).

Responsabilidad personal

En días recientes he oído, una y otra vez, que cada uno de nosotros es responsable de seguir las indicaciones que se dan. Los medios están repletos de historias de personas que no las siguieron y se colocaron, y colocaron a otros, en peligro ( un tipo que entra a una tienda y comienza a toser, etc.). El problema aquí es el mismo que con la ecología cuando en los medios, una y otra vez, comienzan a enfatizar nuestra responsabilidad personal (¿reciclaste los periódicos que ya leíste?, etc.).

Tal enfoque en la responsabilidad individual, si bien es necesaria, opera ideológicamente escondiendo la gran pregunta de cómo cambiar nuestro modelo económico y social. La lucha contra el coronavirus puede solo ser llevada adelante junto a la lucha contra las mistificaciones ideológicas como parte de la lucha ecológica general. Como afirma Kate Jones, profesora en la University College de Londres de Ecología y Diversidad, la transmisión desde la vida silvestre a los humanos es “un costo oculto del desarrollo económico de los seres humanos”.

“Hay demasiados de nosotros en cada entorno ambiental. Vamos hacia lugares en gran parte alejados y somos expuestos más y más. Nos instalamos donde los virus son transmitidos más fácilmente y luego nos sorprendemos que nos infectamos con alguno nuevo,” dice Jones. Así no es suficiente establecer algún tipo de atención sanitaria global para los seres humanos sin incluir a la naturaleza en ello (los virus atacan a las plantas también que son el principal recurso de nuestra alimentación, como las papas, el trigo y las aceitunas. Debemos tener siempre en cuenta la imagen global del mundo en el que vivimos con las paradojas que ello implica.

Por ejemplo, es bueno saber que el cierre de China debido al coronavirus salvó más vidas que aquellos que el virus mató (si uno confía en las estadísticas oficiales de muertos): “El economista de recursos ambientales, Marshall Burke, dice que existe un vínculo probado entre la mala calidad de aire y las muertes relacionadas al respirar dicho aire. ‘Con esto en la mente’, dice, ‘una pregunta natural es si las vidas salvadas por la disminución en la contaminación originada por la perturbación económica derivada del Covid-19 excede a las muertes por el virus mismo. Incluso asumiendo una postura conservadora, creo que la respuesta es un claro sí.’ En solo dos meses de reducción en los niveles de polución, el afirma, ha salvado la vida de 4.000 niños menores de cinco años y 73.000 adultos mayores de 70 años únicamente en China.”

La crisis triple: la médica, la económica y la mental

Estamos atrapados en una triple crisis: la médica (la pandemia propiamente tal), la económica (la cual golpeará duro sea cual sea el resultado de la pandemia) y además (a no subestimarla) la de la salud mental. Las coordenadas básicas de las vidas de millones y millones se desintegran y el cambio afectará todo; desde el volar por vacaciones al contacto corporal en el día a día. Tenemos que aprender a pensar fuera de las coordenadas del mercado de valores y el beneficio y sencillamente encontrar otra forma de producir y asignar los recursos necesarios. Digamos por ejemplo, cuando las autoridades se enteren que una empresa mantiene millones de máscaras acumuladas a la espera del mejor momento para venderlas, no debe existir ningún tipo de negociación con la empresa. Las máscaras sencillamente deben ser requisadas.

Los medios informaron que Trump ofreció 1 billón de dólares a la compañía biofarmacéutica CureVac, ubicada en Tübingen, para asegurar la vacuna “solo para los Estados Unidos”. El ministro de salud alemán, Jens Spahn, dijo que la adquisición de CureVac por parte de la administración de Trump estaba “fuera de la mesa”. He aquí un caso ejemplar de la lucha entre la barbarie y la civilización. Sin embargo, el mismo Trump tuvo que invocar la Ley de Defensa de la Producción que permitiría al gobierno asegurar que el sector privado puede aumentar la producción de los suministros médicos de emergencia.

A principios de semana, Trump anunció la intención de hacerse cargo del sector privado. Dijo que invocaría una disposición federal que permitiría al gobierno para arreglar el sector privado en respuesta a la pandemia. Agregó que firmaría un acto dándose la autoridad para dirigir la producción industrial nacional "en caso de que la necesitemos”.

Cuando utilicé la palabra “comunismo”, hace un par de semanas, se burlaron. Sin embargo, ahora, “Trump anuncia su propósito de hacerse cargo del sector privado”. ¿Alguien podría haber imaginado un titular así una semana atrás?

Y esto es solo el comienzo –muchas medidas similares seguirán en lo local. La organización de las comunidades será necesaria en el caso de que el sistema de salud público resulté bajo demasiada presión. No resulta suficiente solo aislarse y sobrevivir. Para aquellos de nosotros que podamos hacerlo los servicios básicos deben funcionar: la electricidad, la alimentación y el suministro de medicamentos… (Se necesitará, pronto, una lista de aquellos que se recuperaron y son, al menos por un tiempo, inmunes ya que ellos podrán ser movilizados al urgente trabajo público).

No se trata de una visión comunista utópica; es un comunismo impuesto por pura supervivencia. Se trata, desafortunadamente, de la versión de lo que, en la Unión Soviética en 1918, se llamó “comunismo de guerra”.

Como reza el dicho, en una crisis todos somos socialistas –incluso la administración de Trump considera una suerte de UBI que consistiría en un cheque por 1.000 dólares para cada ciudadano adulto. Trillones serán gastados violando las reglas del mercado. ¿Pero cómo, dónde y por quién? ¿Este socialismo a la fuerza será un socialismo para los ricos? (No olvidar el rescate a los bancos en el 2008 mientras millones de personas comunes y corrientes perdieron sus pequeños ahorros). ¿Se reducirá la pandemia a otro capítulo en la larga y triste historia de lo que Naomi Klein, escritora y activista social canadiense, llamó “capitalismo del desastre”? ¿O será un nuevo (más modesto, tal vez, pero también más balanceado) orden mundial que irrumpa de todo esto?

(Última actualización: 17 abril 2020)